"Las aventuras de Jesús y su Hermano"
LAS AVENTURAS DE JESUS Y SU HERMANO
Esto que voy a narrar es una historia completamente ficticia, inventada por mí que soy el autor, pero en la que, a pesar de que la historia es irreal voy a meter a un personaje real, más concretamente al autor que soy yo.
En un principio voy a describir hechos reales de mi pasado, empezando por decir que en el año 1979 fui ingresado en el H. Psiquiátrico de Mérida porque entonces yo vivía en ese pueblo que era además el pueblo en que nací.
De momento voy a citar otro hecho real y es que pasaron varios años en los que tuve más ingresos en dicho hospital, pero el lector pronto dejará de leer hechos reales y enseguida cambiaré mi vida real por una continuación con hechos inventados a mi libre albedrío. Esto que viene ahora ya es el último hecho real que voy a describir y es que estaba yo en el psiquiátrico de Mérida pasando revisión con mi hermano y el psiquiatra que nos atendía nos vio muy bien y nos propuso quitarnos a los dos, a mi hermano y a mí, el tratamiento psiquiátrico.
Pues bien, todo lo que he descrito hasta ahora era verdad incluso lo del psiquiatra, pero a partir de ahora voy a continuar inventándome la continuación de mi vida con hechos que ya no van a ser reales.
Era evidente que mi hermano y yo estábamos curados del todo y aceptamos, pero aquello, aunque era un hecho positivo nos obligaba a trabajar para ganarnos la vida, puesto que al no ser ya enfermos psíquicos, se nos retiraron todas las pensiones y ayudas puesto que estábamos plenamente capacitados para trabajar, en cualquier trabajo en el que sólo admitieran “personas normales” puesto que lo éramos y es que la única solución que teníamos era apuntarnos al paro y esperar a que nos colocaran.
Cuando mi hermano y yo llevábamos unos años apuntados al paro, en los que habíamos pasado mucha hambre, por fin nos colocaron a los dos y nos pusimos muy contentos. Rafael, mi hermano, trabajaría de taquillero en la taquilla del campo de fútbol de un equipo de segunda B y yo en una cafetería de Mérida, en que trabajaría mañana y tarde, de lunes a viernes con permiso para salir a comer en mi casa y una siesta de una hora, y luego volver al trabajo y los sábados sólo por la mañana y el resto de la semana libre.
Así pudimos disfrutar de 15 años en Mérida muy placenteros y felices. El campo de fútbol en el que trabajaba Rafael estaba no excesivamente lejos de Mérida y para los desplazamientos utilizaba un autobús del club
Pasados esos 15 años, yo una mañana que ya estaba preparado para salir de casa e ir a la cafetería a trabajar vi que un papel con una nota escrita estaba muy cerca de la puerta de entrada. Era evidente que alguien la había introducido desde fuera de la casa por debajo de la puerta. Cuando la leí, vi que era un aviso escalofriante. Decía que a las 12 en punto del mediodía que era una hora en que yo estaba normalmente atendiendo la cafetería, iba a estallar una bomba de suficiente potencia como para que muriera toda la gente que estuviera allí, a la hora que indicaba la nota.
El aviso, gracias a mí fue difundido por todos los medios de comunicación, prensa, radio etc, pero al día siguiente, curiosamente fui informado de que no había estallado ninguna bomba en mi cafetería, lo cual me extrañó mucho, pero aquella noche se me disiparon todas las dudas gracias a la llamada telefónica que recibí. Lo comprendí todo. Los policías habían buscado en toda la cafetería, y no habían encontrado ninguna bomba porque en realidad no la había, y aquello había sido un truco para alejarlos de la zona donde trabajaban normalmente, y presentarse en ella a saquearla y luego repartirse el botín. Fue un policía el que me hizo la llamada y tres meses después una tarde de sábado que estaba yo paseando con mi hermano, acordé un cambio de aires y con los ingresos que teníamos nos fuimos a trabajar a Portugal y en el tren en el que íbamos fuimos informados de que los culpables del saqueo que antes describí acababan de ser detenidos y aquello nos alegró mucho a los dos.
Fdo.: JAPL
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